A lo largo de la historia de la aviación, el perfil del aviador ideal se ha ido modificando de acuerdo al momento histórico y a la tecnología disponible de cada era.
Al inicio, y hasta bien avanzada la década de los años 70; la industria necesitaba pilotos con un sentido del riesgo más temerario que ahora. Los pilotos más codiciados, debían poseer esa personalidad Alfa, semi-endiosada y omnipotente, cuyas decisiones fuesen lapidarias e incuestionables. Esto, motivado a que en la época los medios de comunicación entre el piloto y su empresa eran precarios, la experiencia de la industria era menor, la tecnología de las aeronaves era limitada, los sistemas de los aviones eran menos redundantes, y las fallas, más frecuentes. En últimas, un comandante debía ser alguien que pudiera asumir la totalidad de la responsabilidad del vuelo sobre sus hombros sin titubeos y con máxima autoridad, pues en muchas ocasiones se encontraría sin ningún tipo de apoyo logístico ante alguna adversidad.
Esta idea, empezó a dar un giro rotundo, posterior al célebre accidente del Aeropuerto Los Rodeos en Tenerife - España, el 27 de Marzo de 1977, cuando el Boeing 747 de KLM de matrícula PH-BUF, comandado por el capitán Jacob Louis Veldhuyzen van Zanten colisionó en carrera de despegue contra otro Boeing 747 (N736PA) de la aerolínea Pan American, que aún se encontraba sobre la pista, siendo hasta la fecha, el accidente de aviación más mortífero de la historia.
Fotos: ANP/ C. Mulder
A raíz de este emblemático accidente, cuya causa inicial tuvo mucho que ver con la autoridad omnipotente e incuestionable del comandante Van Zanten (y muchos otros accidentes sucedáneos), la industria empezó a incorporar cada vez más conceptos y sistemas de seguridad como el CRM (Crew Resource Management), y el SMS (Safety Management System). Donde se ilustra la importancia de crear una cultura de seguridad en toda la organización, no solo en las tripulaciones de mando.
Las empresas empezaron a educarse, a invertir y a crear medios de soporte logístico para asistir a sus tripulaciones, de manera que los pilotos gocen del máximo apoyo e información posible de varios departamentos involucrados en la operación, a la hora de tomar una decisión. Las estadísticas de accidentes han mostrado un franco decrecimiento desde entonces, y con el paso del tiempo, el rol del comandante de aeronave empezó a evolucionar a un perfil mucho más complejo, que incorpora una mayor cantidad de variables a la hora de decidir.
Actualmente, la industria mide la idoneidad de un comandante, por su capacidad de tomar decisiones efectivas que incorporen la mayor cantidad posible de variables.
Inicialmente, todas las decisiones se gestan en el aspecto operacional. Todos los procesos de análisis parten de aquella regla de oro, que todos los aviadores aprendemos al principio de nuestras carreras para controlar y ordenar cualquier situación: AVIATE (vuela), NAVIGATE (navega), COMMUNICATE (comunica). En resumen, primero estabilizamos el avión, luego volamos hacia donde queremos y en tercer lugar, comunicamos nuestras intenciones.
Una vez la situación inicial está bajo control, nuestro proceso de pensamiento sigue desarrollándose desde lo netamente operacional; continuamos con los procedimientos.
Primero, se realizan los memory items (de ser requeridos), luego, las listas de chequeo aplicables a la situación, y posteriormente, las listas de chequeo normales. Hasta aquí no hemos realizado ningún análisis, solo hemos respondido al entrenamiento técnico para el cual estamos entrenados según los manuales del fabricante y del operador.
Toma de decisiones
Ya terminados los procedimientos dictaminados por el fabricante y operador, empieza el verdadero camino hacia tomar la decisión más efectiva de acuerdo a la situación que se experimenta. Y es aquí donde les propondré un modelo de pensamiento que les permitirá tomar las mejores decisiones cuando lo requieran.
La primera etapa de nuestro proceso mental, es una Etapa de Diagnóstico, que consiste en determinar: ”¿qué tenemos, y qué podemos hacer con ello?” Para deducirlo, surgirán las siguientes interrogantes: “¿necesitamos aterrizar de inmediato?”, “¿estamos limitados para algún tipo de aproximación específica (CAT III, CAT II, CAT I o NPA)?“, "¿estamos en capacidad de mantener la capacidad ETOPS, RVSM, MNPS, de acuerdo al espacio aéreo donde nos encontremos?”, “¿de cuánto combustible (tiempo) dispongo?”.
Al terminar la etapa de diagnóstico y deducir qué tenemos y que podemos hacer o no con ello, viene el segundo paso. ¿Cuáles son nuestras Opciones?
Las opciones suelen ser tres: La primera, regresar al aeropuerto de origen; la segunda, desviarnos a algún aeropuerto alterno en ruta, o finalmente, continuar a nuestro destino (salvo la excepción de una falla catastrófica que nos obligue a aterrizar o amarizar tan pronto sea posible, como en el caso del vuelo de US Airways 1549, el famoso amarizaje en el río Hudson en 2009). Estas opciones deben ser validadas. Sólo podremos escogerlas si cumplen con criterios de una meteorología que nos permita aterrizar, si no existen NOTAMS que restrinjan nuestro aterrizaje, y si el cálculo de las performances de la aeronave de acuerdo a la situación que tenemos nos permitan detenernos en la pista (incluyendo la opción de aterrizar por encima del peso máximo de aterrizaje), y por último, que tengamos el combustible suficiente para optar por dicho aeropuerto. Cualquier variable que no se cumpla, automáticamente descartará dicho aeropuerto como opción.
Una vez tenemos el diagnóstico y hemos validado nuestras opciones, ha llegado la hora de tomar una decisión. En la aviación actual, las decisiones efectivas se toman basadas en 4 aspectos fundamentales priorizados de esta manera: Seguridad, Legalidad, Economía y Confort o protección de la marca.
La seguridad es el principal aspecto a considerar al tomar una decisión, es lo que va a garantizar nuestra supervivencia y la de las personas que dependen de nosotros (tripulación y pasajeros). Una vez hemos determinado que nuestra decisión es segura, debemos preguntarnos si es legal (sí, hay opciones que son seguras pero que pueden ser ilegales) por ejemplo. En un jet bimotor con capacidad ETOPS ¿es seguro volar una hora y media con un motor apagado al aeropuerto de origen, para ahorrarle gastos extras a la empresa, en vez de aterrizar en el aeropuerto adecuado más cercano en ruta que queda a 30 minutos de vuelo? La respuesta es sí. Es seguro, pero no es legal, pues una vez se apaga uno de los motores en vuelo, estamos obligados por el fabricante a aterrizar en el aeropuerto adecuado más cercano. Por eso el concepto de Economía no puede superponerse al de la Legalidad.
Economía: En la aviación comercial actual, donde hay tanta competencia, los márgenes de ganancia de las aerolíneas son muy pequeños. Por eso, una decisión efectiva, necesariamente tiene que considerar el aspecto económico a la hora de tomarse, porque puede hacer la diferencia en los resultados de la empresa. Y en este punto es donde las aerolíneas han hecho mayores esfuerzos para proveer soporte a sus tripulaciones. Hoy en día se cuenta con ayudas en comunicación como el SATCOM o el ACARS donde se puede integrar a varios departamentos de una empresa en la toma de decisiones en tiempo real (Mantenimiento, operaciones, despacho, comercial, etc).
Si el tiempo inicialmente no es un factor crítico, y hay varias opciones que son igualmente seguras y legales, el aspecto económico de la decisión pasa ser relevante. Es posible que ante un desvío a un aeropuerto alterno por mal tiempo, la compañía pueda sugerir que nos desviemos a un aeropuerto de su preferencia primando el factor económico (protección de pasajeros y conexiones, disponibilidad de personal de mantenimiento para re-despachar el avión, facilidad de movilizar tripulaciones en caso de ser necesario, etc) y pensar de esta manera, ayudará a la viabilidad de la aerolínea como negocio.
Confort o protección de la marca: Existen decisiones que pueden tener un impacto en la imagen que la empresa proyecta, y como embajadores de la imagen de nuestras aerolíneas, tenemos que ser muy cuidadosos al momento de tomarlas. Por ejemplo. “¿Despegarían ustedes tras ser informados de que hay un ratón abordo de la cabina de pasajeros, para así cumplir con el itinerario y mantener la puntualidad? O preferirían demorar el vuelo hasta encontrarlo? Quizás el demorar el vuelo, tenga algún impacto económico para la empresa, pero, ¿Cuánto daño potencial a la imagen de la aerolínea creen que podría crear un ratón que se pasee por la cabina de pasajeros a la hora de la cena? Especialmente en la actualidad, en la era de los teléfonos inteligentes y las redes sociales. Por eso, el confort y la imagen de la aerolínea también deben ser incluidos en el proceso de decisión.
Una vez la decisión ha sido tomada, debemos asignar las tareas a los distintos actores en nuestro vuelo, para que la decisión se cumpla tal como ha sido planificada. En este aspecto, se incluyen los briefings a la tripulación, la selección del piloto que opera y el piloto que se encargará de las comunicaciones, la configuración de los computadores de abordo para dirigirnos a donde hemos decidido, y todo lo referente a ejecutar de manera práctica nuestra decisión.
Y finalmente, el último paso para tomar una decisión efectiva, es la revisión de los pasos anteriores. Recordemos que la aviación se desenvuelve en un entorno muy dinámico; así que cada vez que alguna de las variables que hemos manejado, cambie (meteorología, estado de la aeronave, solicitudes operacionales, etc), nos veremos en la obligación de revisar nuestro proceso de decisión y proceder de acuerdo a lo que habíamos decidido inicialmente o a cambiar nuestra decisión de acuerdo a las nuevas condiciones.
Todo lo anterior les dará la solidez necesaria al momento de decidir, y si adoptan este proceso mental, no pasarán nada por alto al tener que tomar una decisión operacional importante. Buenos vuelos.
Marc Le Dröepeens
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